Durante
décadas, la idea básica sobre la lectura ha sido que leer es poco más que
reconocer ciertos símbolos gráficos y asociarlos a sonidos para
transformar lo escrito en oral y aplicar luego, sobre ese discurso
ya oralizado, las habilidades de comprensión de la lengua hablada.
Desde esta
perspectiva, aprender a leer no era sino adquirir la capacidad de reconocer
tales símbolos y aprender las reglas que los asocian a los sonidos.
Puesto que,
además, se pensaba que la capacidad de reconocimiento visual y el
aprendizaje de los sonidos de la lengua eran procesos sujetos a una lenta
maduración durante los cinco o seis primeros años de vida, la actividad
central del profesorado de Educación Infantil era
la de ayudar
a esa maduración (prelectura) para que los niños llegasen preparados para
aprender las reglas del alfabeto en 1º de Primaria.
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